Los proyectos de mayores se adaptan: en tiempos de confinamiento también hay acompañamiento
Hasta hace unas semanas alrededor de 300 personas voluntarias de Cáritas se encontraban regularmente con casi 400 personas mayores de sus barrios y pueblos. Los planes eran variados: compartir un rato de charla en el domicilio o la residencia, dar un paseo o tomar un café, jugar una partida de cartas, reunirse en un local parroquial para estar con otras personas mayores y hacer una actividad… Pequeñas cosas que tienen un gran valor porque nos ayudan a sentirnos personas queridas, escuchadas, valoradas, conectadas, ilusionadas… y sobre todo vinculadas. Y es que en esto del acompañamiento gratuito a las personas mayores y de tratar de aliviar su sentimiento de soledad se va forjando una relación tú a tú tan profunda, duradera y significativa para ambas que acabamos no sabiendo quién acompaña a quién.
Pero llegó la preocupación por ese virus que decían que era muy agresivo, y con ella la restricción de las visitas a las residencias, el cierre de locales y, finalmente, el confinamiento en nuestras casas. Estamos en una situación que parece de ciencia ficción, que asombra incluso a quienes han vivido las guerras y otras dificultades del siglo XX. Son circunstancias en las que todos tenemos más incertidumbre y más necesidad de compartir lo que sentimos, de hablar sobre lo que estamos viviendo y a veces sobre otras cosas… La imposibilidad de estar juntos aumenta nuestra necesidad de sentirnos cerca, y los proyectos de mayores se las han ingeniado para seguir estando “al lado”.
El teléfono está siendo el mejor aliado para quienes viven en domicilios particulares. Las personas voluntarias han sustituido lo presencial por llamadas, que son más más frecuentes cuando se detecta que no hay otros apoyos o que el ánimo está más bajo. También están pendientes de si hay alguna otra necesidad, aunque normalmente son las familias, el Servicio de Ayuda a Domicilio y las redes vecinales las que están apoyando la realización de compras, el viaje a la farmacia o bajar la basura. Durante las llamadas, las personas mayores cuentan que el tiempo pasa despacio, que la televisión a veces no es buena compañera, que hacen lo que pueden para entretenerse… También comparten recuerdos y se hacen planes para el reencuentro, para cuando todo esto pase. Hay quien lo lleva mejor y quien lo lleva peor, pero todas las personas agradecen mucho la llamada y ese rato de charla con esa persona voluntaria con la que se tiene una relación tan especial y que tanto ilusiona. El teléfono se ha convertido en herramienta de sanación y esperanza.
Para quienes viven en residencias las circunstancias son algo diferentes y el contacto personalizado resulta más difícil en estos momentos. Hay voluntariado que llama semanalmente para interesarse por las personas de la residencia. Además, algunos centros, conscientes de la importancia del vínculo de la persona mayor con la voluntaria, han ofrecido la oportunidad de comunicarse por videoconferencia. También, junto con la Diócesis de Bilbao (Delegaciones de Caridad y Justicia -Pastoral de la Salud- y Anuncio y Catequesis), hemos puesto en marcha una iniciativa para hacer llegar cartas de ánimo a las personas que viven en residencias, ocasión que parte del voluntariado está aprovechando para mandar mensajes personales de aliento a “sus” acompañados.
El voluntariado de mayores, que realiza una tarea tan discreta y personal, siempre nos ha hecho saber que el equipo al que se pertenece es fuente de aliento y apoyo para continuar. Y ahora no lo es menos. “Los grupos de WhatsApp hierven”, comentaba una compañera. Compartimos avisos, vídeos, cómo notamos a las personas al llamarlas… Nos alegramos al saber que una superviviente de coronavirus de 90 años envía recuerdos a “su” voluntaria y que tienen muchas ganas de verse. A la vez sufrimos porque han fallecido al menos tres mayores de nuestros proyectos, y también algunos familiares y personas allegadas de varias voluntarias. Los equipos están siendo espacio de acompañamiento y de cuidado mutuos. Un voluntario escribía “en vez de grupo parecéis una familia”; otra voluntaria daba las gracias por pertenecer al grupo, tras un momento de oración compartida por la pérdida de un familiar.
Sin duda esta terrible crisis nos dejará huellas. Ojalá una sea que mantengamos la conciencia que se ha despertado sobre el valor de las relaciones significativas y de cercanía, el cuidado mutuo y la solidaridad.
Pili Castro
Responsable del Área de Personas Mayores y Envejecimiento
Cáritas Bizkaia
#lasolidaridadnocierra