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Reflexiones de balcón

“Quédate en casa” seguramente la frase que más hemos oído en éstas seis semanas que llevamos de confinamiento. La hemos escuchado en medios de comunicación, visto en redes sociales…objeto de eslóganes y memes…petición reiterada de los que realmente han estado en primera línea plantándole cara al avance del virus y que hemos recogido todos y todas apelando a nuestra propia responsabilidad y poniendo en valor la dedicación y el esfuerzo de otros y otras para con los demás. Hacía tiempo que la empatía no estaba tan presente.

Las casas se han convertido en un elemento esencial en el transcurso de ésta crisis sanitaria, siempre han sido hogar y refugio, pero en éstos días no le hemos dado tregua. Hemos aprovechado cada metro cuadrado de su superficie, las hemos transformado en gimnasio, en obrador, en ludoteca…no las hemos dejado tranquilas, no han tenido ese respirar cuando cerrábamos la puerta para irnos a trabajar o al colegio… Y por si fuera poco, hemos llevado el palpitar de la calle a los balcones, que se han convertido en un lugar de encuentro vertical, de agradecimiento, de protesta. La protección de sus paredes ha trascendido: no solo cuida a los que están dentro si no que ahora también protege a los que están fuera.

Eguzkilore se dedica a las casas, pero sois las entidades derivantes, los trabajadores y trabajadoras, los voluntarios y las voluntarias, quienes conocéis a las personas y a las familias que habitan en ellas. Conocéis esos colectivos en los que los enmarcamos, sabéis qué trabajo están haciendo para recuperar sus vidas, sois sabedores de sus tropiezos y de cómo los acompañáis en todo este recorrido para conseguirlo. Sabéis que en determinadas ocasiones las circunstancias han hecho que hayan tenido que compartir vivienda con otras personas, con las dificultades añadidas que ello conlleva en cuanto a convivencia se refiere… Ahora que estamos todos encerrados, también ellos, al reflexionar sobre nuestra experiencia, sobre cómo lo estamos pasando, sobre cuánto va a durar esto no podemos olvidarnos de todos ellos y de si todo esto puede quebrarles o no.

Las casas siempre han tenido su pulso, las utilizamos y nos servimos de ellas, tienen su ritmo y ahora cuando todo se ha detenido es cuando más firmes han de estar, pero como con todo…, ¿Qué pasa cuando flaquean? ¿Qué pasa cuando un cristal se rompe o cuándo la lavadora deja de funcionar? En estos momentos la gestión se llena de incertidumbre, las incidencias no se pueden resolver porque quiénes las solucionan también están en sus casas…incertidumbre respecto del impacto que puede producir en quiénes en ellas conviven, en las tensiones que se pueden generar. Incertidumbre sobre cuánto tiempo puede aguantar una casa ante este panorama.

Pues no hay nada como adentrarse en situaciones inéditas y días aciagos para poner de manifiesto facetas adormecidas, aletargadas, latentes llenas de fuerza, compromiso y solidaridad de aquellas personas con las que trabajas, colaboras o atiendes y que la experiencia acumulada en tu día a día laboral no sirve para pronosticar cuál va a ser el comportamiento o la actitud de todas estas personas. Afloran gestos llenos de empatía, de ayuda, compañeros y compañeras dispuestas a echar una mano realizando tareas que nada tienen que ver con su desempeño diario y que se ponen a arreglar un fluorescente… Están los y las que se muestran disponibles para arrimar el hombro y acuden como refuerzo a Hogares de Menores, donde a los niños y niñas se les ha hecho su mundo muy pequeño de un día para otro y hay que estar con ellos y con ellas.

La tecnología nos ha acercado para coordinarnos y organizarnos y continuar adelante, para ver cómo están todas las personas a las que apoyamos y que están en nuestras casas, y escuchar que sus respuestas están llenas de compromiso, conocedoras de lo que está pasando y que también saben que tienen una responsabilidad para con los demás, que se llenan de paciencia y comprensión porque sus peticiones no pueden ser atendidas “no pasa nada, sabemos lo que está pasando, esperaremos” nos dicen, “estamos bien, ¿cómo estáis vosotros?” “nos ayudamos entre nosotros” “también salimos al balcón a aplaudir” … Los gremios con los que contábamos para reparar lo averiado en las viviendas, que también están confinados, nos han ayudado ante situaciones comprometidas y, a veces, basta una simple videollamada para hacer que una caldera vuelva a funcionar de nuevo.

Al final todos y todas formamos parte de algo común, somos algo junto con los demás, somos más que el individuo y esta situación desconocida que estamos atravesando no nos lo ha descubierto, no ha sido una revelación, simplemente nos lo ha recordado y lo hemos hecho dentro de nuestras casas.

#lasolidaridadnocierra

Juanma Santiago Alonso. Técnico de Vivienda.

Fundación Eguzkilore