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#lasolidaridadnocierra

Luces para la esperanza

Una oportunidad para avanzar por nuevos caminos.

La manera en la que las consecuencias socioeconómicas de las crisis sociales se distribuyen entre la población se explica desde la lógica de la desigualdad social.  Por ello, dichas consecuencias afectan con mayor intensidad, perduran más en el tiempo e incluso se instalan permanentemente en personas familias y grupos sociales en situación de vulnerabilidad y exclusión social. En este sentido la crisis actual no es, ni será, una excepción.

Esta situación se produce en un momento en el que según los datos del II Informe sobre exclusión y desarrollo social en Euskadi realizado por la fundación FOSSA y Cáritas, en nuestro territorio 334.000 personas se encontraban en situación de exclusión como consecuencia de la acumulación de problemas tales como:  la pobreza severa,  la vivienda, el desempleo o e empleo precario, la falta de redes de relación y apoyo sobre todo en situaciones de necesidad de cuidados por problemas de salud o situaciones de dependencia, ser víctima de malos tratos, etc… Y otras 360.000 personas se encontraban en la precariedad socioeconómica. Tanto unas como otras no se vieron beneficiadas por el repunte de recuperación económica producida a partir de 2014. Más bien, sufrieron un empeoramiento de su situación.  Perfiles como las familias con hijos e hijas a su cargo, preferentemente encabezadas por una mujer, personas con bajos estudios, personas mayores especialmente en situación de dependencia o con necesidades de cuidados y las personas de origen extranjero son algunos de los grupos más afectados por estas circunstancias. Evidentemente esta es la población que antes notará el impacto de la crisis. Actualmente estamos siendo testigos de ello.

No podemos cambiar el pasado, pero quizá sí podremos cambiar el futuro. Podemos optar por caminos de salida a esta situación distintos de los recorridos en el pasado. En medio de la experiencia colectiva e igualitaria del sufrimiento, la vulnerabilidad, la incertidumbre, el aislamiento y la muerte están naciendo experiencias comunitarias, de solidaridad, cuidado, vínculos interpersonales a pesar de las distancias y el redescubrimiento de la importancia de lo público y comunitario para generar calidad de vida. Redescubrimos la importancia de agentes, servicios y ámbitos profesionales y sociales que siempre han estado ahí, pero invisibilizados e incluso minusvalorados. Estamos redescubriendo también el valor de la conexión con el sentido de la trascendencia, de la espiritualidad, como fuente de sentido vital y resiliencia que nos acompaña, sostiene, consuela y nos proyecta hacia el futuro.

En definitiva, estamos atravesando una crisis sociosanitaria global que coloca en el centro del debate público cuestiones de gran envergadura que debemos abordar. Esta experiencia:

  • Resitúa la vida y el cuidado de las personas en el centro, en un contexto en el que el modelo social se ha construido en base a la estrategia del crecimiento económico y el consumo como motor de bienestar individual y social.
  • Nos descubre el valor de los vínculos personales, comunitarios e incluso trascendentales en un momento en el que avanzamos hacia una sociedad desvinculada e individualista.
  • Evidencia la necesidad de reconstruir y reforzar el espacio de “lo público” en base a la idea de del Bien Común. Un espacio construido desde la responsabilidad de los poderes públicos y con la participación activa de la sociedad civil organizada y la ciudadanía en general.
  • Ojalá seamos capaces de recoger las luces que aparecen en este momento de dolor, incertidumbre y pérdida que alumbren posibilidades para la esperanza.

Ana Sofi Telletxea

Responsable del Dpto. de Análisis y Desarrollo

Cáritas Bizkaia