¿Y ahora qué hacemos?
Nos veíamos una vez a la semana o cada quince días en el servicio de escucha de Caritas, una hora de encuentro, de intimidad, de desahogo.
Y llegó la pandemia… ¿Y ahora qué? ¿Nos despedimos hasta que todo esto acabe? Veía sus rostros y su expresión, recordaba sus gestos y sus palabras: ansiedad, cansancio, tristeza…a veces lágrimas y a veces sonrisas, largas historias de dolor y superación, de miedo e incertidumbre.
Algunas personas acababan de empezar y casi no nos conocíamos, con otras llevábamos ya varios encuentros. Siempre personas valientes capaces de mirar de frente su vida, cogerla con sus manos y gestionar sus emociones y situaciones vitales.
Ahora nos queda el teléfono…para seguir en contacto. La pandemia nos ha separado físicamente pero no de corazón. A los problemas originales, se han añadido los propios de esta situación: espacios físicos pequeños en los que convivir, no se podía salir, por lo menos al inicio, la falta de trabajo y los problemas económicos son acuciantes y la ansiedad crece. Y la ansiedad nunca es buena compañera y nos hace sufrir más.
El teléfono nos ha permitido escuchar y compartir. No es lo mismo que la presencia física pero nos ha ayudado a estar cercanos, a escuchar sus vidas y tratar de dar ánimos. Nos ha mantenido en relación y ayudado a descubrir que “a pesar de todo” y como decía el escritor francés Albert Camus:
“En las profundidades del invierno aprendí, por fin,
que dentro de mí hay un verano invencible”.
#lasolidaridadnocierra
Charo Abaitua Arana.
Voluntaria del centro de escucha de Altzaga.
Cáritas Bizkaia