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E-INCLUSIÓN

Nuestra responsabilidad ante la alfabetización tecnológica.

Si ya lo veníamos observando y comentando desde hace largo tiempo, con esta crisis sanitaria se ha vuelto indiscutible: la brecha digital ha limitado la conexión de las personas con lo más básico y lo más querido. No disponer de acceso a internet se convierte en un rasgo más que define la desigualdad social. Si ya conocemos de las dificultades económicas, de vivienda, alimentación, de aislamiento, desconocimiento del idioma, baja cualificación, de encontrar o mantener empleo, de no aceptación comunitaria, de falta de recursos personales, ahora se subraya la carencia tecnológica como indicador evidente del riesgo de exclusión.

Hemos vivido el confinamiento con una pantalla y un wifi. Esto nos ha permitido en muchos casos dar continuidad a nuestra actividad académica y laboral, mantenernos en relación con otros y otras y compatibilizarlo con quehaceres personales y familiares. Pero no en todos los hogares se ha tenido esa opción; han surgido serias dificultades por la falta de redes instaladas o por desconocimiento del uso de herramientas virtuales. Esto ha podido observarse de manera más directa en mayores de 65 años a quienes la fractura tecnológica les coloca ante un duro aislamiento y en menores estudiantes, pertenecientes a familias en situación de vulnerabilidad social, para los/las que ha sido costoso seguir las propuestas de aprendizaje on line procedentes de sus centros escolares. En las zonas rurales también se sufre esta barrera electrónica de forma más acentuada que en contextos más urbanos.

Con motivo del Día mundial de internet, el 16 de mayo,se publicó en The conversation un artículo que pone el acento en esta realidad de manera significativa y evidencia el escenario que tenemos por delante si queremos que las personas que acompañamos mejoren en la adquisición de habilidades digitales y el desenvolvimiento social que estas propician.

Mencionan que “varios países en el mundo han declarado el Internet como un servicio básico esencial por la importancia que representa para los ciudadanos en el acceso a servicios fundamentales a través de la red de redes”.

Y es que, si en la actualidad los servicios públicos ya incorporan la tecnología para trámites y gestiones que facilitan a la ciudadanía obtener respuestas a operaciones cotidianas, alcanzar internet debe ser posible para todos y todas. Estaríamos planteando la digitalización como derecho, y deberíamos promocionar a personas y grupos para su consecución.

Hoy es posible obtener una cita médica a través de la web sanitaria, consultar saldos propios en el banco y transferir y cobrar dinero a distancia, hacer compras y recibirlas en casa a través de diferentes páginas de venta de productos. El sistema educativo ha adaptado sus modelos de enseñanza y cuenta con plataformas que posibilitan la interacción profesorado-alumnado de manera que el aprendizaje se vea reforzado. Nos llegan a los dispositivos móviles cientos de contenidos de entretenimiento, culturales o de prácticas deportivas saludables. Conocemos al instante noticias de actualidad, podemos realizar formación telemáticamente. Los portales de búsqueda de empleo acercan a nuestras pantallas ofertas de trabajo. Aprendemos a comunicarnos cada día con una nueva aplicación de uso sencillo y manejable. Todos estos ejemplos no dejan de ser una pequeña constatación de la presencia informática que nos rodea de continuo.

Un estudio del Instituto de investigación de Capgemini nos cuenta que estar desconectados hoy conduce a la exclusión social e impide el acceso a los servicios públicos. La responsabilidad de eliminar la brecha digital debe ser compartida. Juntos, organizaciones privadas y reguladores, deben trabajar para construir una comunidad global de acción en el campo de la inclusión digital, desde la cual movilizar a otros miembros de sus sectores, ONG, el mundo académico y administraciones públicas para promover políticas de inclusión digital.

Oyendo estas recomendaciones es momento en Cáritas Bizkaia de afrontar la alfabetización tecnológica como objetivo a medio plazo. Promocionar también desde el punto de vista telemático. Procurar que las personas con quienes trabajamos mejoren su conectividad, incorporen banda ancha en sus domicilios, mantengan bajos costes en su consumo, aprendan lo esencial en el manejo de soportes, entornos y programas, practiquen la formación no presencial, realicen procedimientos electrónicos habituales, ayuden a sus hijos e hijas con sus tareas escolares. En definitiva, no podemos permitir que el distanciamiento digital se ensanche, sino favorecer el cierre de la brecha.

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Susana Porras

Responsable del Área de Promoción Social y Personal

Cáritas Bizkaia