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Escucha en tiempos de pandemia

¿Y ahora qué hacemos?

Nos veíamos una vez a la semana o cada quince días en el servicio de escucha de Caritas, una hora de encuentro, de intimidad, de desahogo.

Y llegó la pandemia… ¿Y ahora qué? ¿Nos despedimos hasta que todo esto acabe? Veía sus rostros y su expresión, recordaba sus gestos y sus palabras: ansiedad, cansancio, tristeza…a veces lágrimas y a veces sonrisas, largas historias de dolor y superación, de miedo e incertidumbre.

Algunas personas acababan de empezar y casi no nos conocíamos, con otras llevábamos ya varios encuentros. Siempre personas valientes capaces de mirar de frente su vida, cogerla con sus manos y gestionar sus emociones y situaciones vitales.

Ahora nos queda el teléfono…para seguir en contacto. La pandemia nos ha separado físicamente pero no de corazón. A los problemas originales, se han añadido los propios de esta situación: espacios físicos pequeños en los que convivir, no se podía salir, por lo menos al inicio, la falta de trabajo y los problemas económicos son acuciantes y la ansiedad crece. Y la ansiedad nunca es buena compañera y nos hace sufrir más.

El teléfono nos ha permitido escuchar y compartir. No es lo mismo que la presencia física pero nos ha ayudado a estar cercanos, a escuchar sus vidas y tratar de dar ánimos. Nos ha mantenido en relación y ayudado a descubrir que “a pesar de todo” y como decía el escritor francés Albert Camus:

En las profundidades del invierno aprendí, por fin,

que dentro de mí hay un verano invencible”.

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Charo Abaitua Arana.

Voluntaria del centro de escucha de Altzaga.

Cáritas Bizkaia

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¿Esta crisis nos afecta por igual?

El día a día de las personas más vulnerables

Esta situación inédita que estamos viviendo tiene consecuencias ya conocidas: el virus no discrimina, pero golpea especialmente a los colectivos más desfavorecidos. No todas las personas disponen de los mismos recursos para hacer frente a las necesidades derivadas de esta crisis; algunas, incluso, no son titulares de los mismos derechos.

Cáritas Bizkaia atendió el pasado año a 12.531 personas de las que 7.341 eran extranjeras, lo que supone un 58,5% del total. Este número no representa a la totalidad de un colectivo tan diverso, puesto que nuestro acompañamiento está orientado a quienes se encuentran en una situación vulnerable, pero sí podemos afirmar que a las personas extranjeras se les aplica una legislación específica que condiciona claramente su proyecto migratorio. Y, ahora más que nunca, esa especificidad está teniendo consecuencias negativas.

¿Te imaginas que no has podido obtener tu autorización de residencia y trabajo, porque no cumples los requisitos de la Ley de Extranjería, y debes salir a comprar o a cuidar a una persona mayor que necesita tu compañía? Vas a trabajar o al supermercado cercano a tu casa y solo ves policías en las calles. Al temor de que te denuncien por no cumplir las normas derivadas del confinamiento, se une el miedo a que te pidan la documentación. Pueden iniciar un procedimiento sancionador porque estás en situación irregular, así que la expulsión es una amenaza que te acompaña en estos tiempos inciertos.

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La ecología social y el compromiso natural

Cuando se comunicó el reciente estado de alarma (o no ya tan reciente), en Biozaki, sabíamos que nos encontrábamos en un momento decisivo de la huerta de primavera-verano, en la que la ocupación de la superficie por miles de plantas de diferentes familias, algunas de ellas con estructuras de entutorado y otras con surcos acaballonados, así como un aumento de la demanda de pedidos de atención domiciliaria, y también de tiendas, iba a generar un impacto en la exigencia, número y atomización de tareas, gestión del tiempo, estrés, dificultades para poder coordinarnos…Añadido a esta situación, se suspendía la actividad del taller pre-laboral que nos venía acompañando hasta la fecha y que hacía más sostenible la consecución de tareas, especialmente en la plantación, siembra y recolección.

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La solidaridad, gasolina para la esperanza

Nunca hubiéramos imaginado volver a una experiencia colectiva tan dura. Coronavirus y resistencia, porque ¡tenemos esperanza!

Y aquí estamos de nuevo, «los de Cáritas», intentando sostener situaciones de precariedad, de una sociedad que tiene a sus miembros confinados porque somos, todas las personas, más débiles de lo que sospechábamos.

Esta situación tiene algo de «dejà vu»: las emergencias que vimos en la gran crisis del 2008 las volvemos a palpar, a sentir, a acompañar…, y muchas vuelven a mirar hacia Cáritas Bizkaia porque hay que echar una mano.

La comunidad cristiana, está ahí, siendo nuestro sustento habitual, pero la sociedad es plural, variada en sus formas y fondos y muchas personas, entidades y empresas quienes, no siendo interlocutoras habituales, al igual que en 2008, se nos han acercado y nos han dicho: ¿qué necesitáis?

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Reflexiones de balcón

“Quédate en casa” seguramente la frase que más hemos oído en éstas seis semanas que llevamos de confinamiento. La hemos escuchado en medios de comunicación, visto en redes sociales…objeto de eslóganes y memes…petición reiterada de los que realmente han estado en primera línea plantándole cara al avance del virus y que hemos recogido todos y todas apelando a nuestra propia responsabilidad y poniendo en valor la dedicación y el esfuerzo de otros y otras para con los demás. Hacía tiempo que la empatía no estaba tan presente.

Las casas se han convertido en un elemento esencial en el transcurso de ésta crisis sanitaria, siempre han sido hogar y refugio, pero en éstos días no le hemos dado tregua. Hemos aprovechado cada metro cuadrado de su superficie, las hemos transformado en gimnasio, en obrador, en ludoteca…no las hemos dejado tranquilas, no han tenido ese respirar cuando cerrábamos la puerta para irnos a trabajar o al colegio… Y por si fuera poco, hemos llevado el palpitar de la calle a los balcones, que se han convertido en un lugar de encuentro vertical, de agradecimiento, de protesta. La protección de sus paredes ha trascendido: no solo cuida a los que están dentro si no que ahora también protege a los que están fuera.